En forma para después el Coronavirus,
Mi llamada la saco desde el ensayo de un reality show de baile, una competición televisiva programada para salir en el aire en breve.
Parejas de baile conocidas vienen de todo el Nepal para competir entre sí frente a una audiencia televisiva crítica. El público decide quién viene expulsado y quién puede realizar otra actuación de baile.
“¿Y quién es tu compañero?”, pregunto con curiosidad. Se ríe con picardía: “¡Mi compañero es mi bastón guía blanco!”
Estoy hablando con Sristi KC, una graduada de kanthari de 2012. Sristi es bailarina, oradora, activista, aventurera, motivadora, iniciadora y Sristi, como yo, es completamente ciega.
En 2011, Sristi, Paul y yo tuvimos nuestra primera “cita a ciegas” en una de nuestras panaderías favoritas, en Thamel, Katmandú.
Acabábamos de llegar del Tíbet y, como siempre, después de unas pocas semanas de solo tsampa (papilla tibetana de cebada), sopa de fideos y té de mantequilla, teníamos hambre de comida abundante. Tenía que ser al menos un desayuno inglés completo y, antes de que Sristi llegara con una amiga, habíamos resistido ansiosos al olor a tocino y tomates fritos, para desayunar con ella.
“Buenos días, señor, buenos días, señora”, dijo una vocecita tímida desde su dirección. La amiga la empujó por el hombro hacia nuestra mesa y ella avanzó con pasos pequeños e inestables. Paul no podía ver un bastón blanco por ninguna parte.
“¿Te gustaría comer algo también?”, preguntamos para ponernos manos a la obra rápidamente. “No, gracias.”, respondió hesitando.
Aunque conocíamos el juego – decir tres veces que no y una que sí – del Tíbet, estábamos tan impacientes que decidimos tomárnoslo literalmente y como nuestra amiga simplemente negó con la cabeza, solo ordenamos para nosotros.
Más tarde, los tres recordamos ese pequeño punto de encuentro. Sristi se burló de la situación. “¡Oh, qué hambre tenía en ese entonces! Solo pensé: “¡Qué grosero de tu parte que no me preguntes más!”
La Sristi de hoy, en realidad tiene poco que ver con aquella de entonces. Ahora sabe exactamente lo que quiere y, mientras tanto, tiene muchas opciones para decir un “¡No!” obvio e intentar un “¡Sí!”.
Pero antes que nada, un paso atrás en su historia.
Sristi tenía 16 años cuando literalmente perdió el suelo bajo sus pies durante una actuación de baile.
Frente a todo el público bailó en el espacio y se cayó del escenario. Solo entonces comprendió que ya no podía ver nada.
Las personas videntes difícilmente pueden imaginar eso. “¿Cómo no puedes saber que ya no puedes ver nada? Entonces tiene que estar oscuro”. Pero, como alguien que también perdió la vista más tarde, sé exactamente cuán furtivamente puede ser la transición de la visión a la percepción de sombras, y luego a la ceguera completa. La corteza visual, siempre activa, simplemente no sabe exactamente qué le está pasando, porque si las impresiones ya no llegan a través del sentido de la vista, ¿por qué no simplemente traerlas desde otro lugar? La idea de que la ceguera debe equipararse siempre con la oscuridad total es típica de la ignorancia de los videntes. La ceguera no es simplemente “no percibir”, sino “percibir de manera diferente”.
Sristi estaría de acuerdo conmigo. “Veo incluso cuando no veo nada”, sigue diciendo. Y “veo” a la audiencia un tanto incrédula, que probablemente solo piensa: “¡Oh, qué joven más valiente! ¡Está tratando de sacar lo mejor de su difícil destino!”
Pero es estar a la dirección equivocada con Sristi. No es “valiente”, como se podría llamar “valiente” a un niño pequeño, que aprieta los dientes a pesar de un dolor en la rodilla, ni se siente obligada a pensar positivamente, como algunos esperan de ella. Simplemente aborda la vida desde una perspectiva completamente diferente: sí, al principio creyó en los profesores de baile que le aconsejaron que no continuara bailando. Después de que muchos oftalmólogos y curanderos milagrosos ya no pudieron ayudarla, empezó a estudiar de nuevo. Como no tenía forma de adquirir el Braille, que hoy lamenta, hizo que alguien le leyera, se lo aprendió todo de memoria y, a pesar de estas dificultades, obtuvo una excelente graduación. Y luego llegó al instituto kanthari, todavía con pasos tropezados inestables. Los pasos se convirtieron en saltos y finalmente en la organización “Blind Rocks”, una iniciativa que quiere acercar a la pista de baile y al escenario a personas ciegas de todo el mundo.
http://www.blindrocks.org/
A través de “Blind Rocks”, Sristi no solo entrena a ciegos en la danza, les anima a actuar, ofrece cursos de moda y organiza viajes de aventura con rafting por los ríos salvajes de Nepal. Más adelante también debería ser parapente.
Mientras tanto, continuó sus estudios de danza en Noruega, Hungría e Inglaterra, pero también en estos países se encontró repetidamente con escepticismo: “¡Cómo debe aprender a bailar una persona ciega! ¡Intenta cantar!” Sristi solo podía sorprenderse sobre eso.
“¡Ne hablar!” contesta Sristi y el “¡No!” hoy en día viene de una personalidad poderosa que ha llegado a conocer el mundo y que no se rinde fácilmente si le dices que algo anda mal. Sristi aprovecha todas las oportunidades para cambiar las actitudes hacia los ciegos y sacar a los ciegos de su letargo al centro de atención, incluso en tiempos de Coronavirus.
Como muchos otros, utiliza las plataformas en línea de una manera creativa para seguir confrontando el entorno de la vista con sus ideas a veces provocativas.
Organizó citas a ciegas en línea en diez escuelas. Las personas videntes no experimentan aquí la ceguera como una deficiencia, sino como una condición para poder resolver problemas. Una habilidad que todos necesitaremos durante y después de la crisis del Coronavirus. Y luego trabaja con personas ciegas nepalesas que están aisladas en algún lugar por el confinamiento y no tienen forma de sudar.
“Fit for Post-Corona” es lo que ella llama su curso virtual de acondicionamiento físico para ciegos. Es un curso de video con un entrenador que verbaliza todos los movimientos que hace al mismo tiempo.
“¿Cómo funciona eso?”, pregunto con incredulidad, porque hay pocas personas que puedan llegar al corazón de los procesos abstractos.
“Oh, no hay problema”, dice, imitando a su entrenador: “Imagina una silla. Siéntate, pero no te pongas demasiado cómodo y ahora levántate, siéntate, levántate, siéntate. … ”
Los ciegos son observados por los voluntarios a través del video y, si han entendido mal algo, por ejemplo imaginar la silla con demasiada precisión, intervienen para evitar sorpresas desagradables.
Hoy Sristi tiene que subir al escenario ella misma. La competición de baile empieza exactamente en dos semanas. Todo Nepal se sentará frente a la televisión y ser el juzgado. Todos lo sabemos por los numerosos concursos de talentos. Le pregunto a Sristi si está emocionada.
“¡Qué va! ¡Conozco a mi “compañero” y puedo confiar en él!”